La investigadora Romina García brindó todos los detalles, desde la academia, sobre el hallazgo.
El pasado 27 de diciembre de 2024 se descubrió un objeto cercano a la Tierra (NEO, por sus siglas en inglés), que fue denominado “Asteroide 2024 YR4”. Lo llamativo del hallazgo es que este cuerpo celeste, con un tamaño estimado entre 40 y 90 metros de diámetro, tiene una probabilidad actual de impacto contra la Tierra, en diciembre de 2032. Sus dimensiones podrían implicar escenarios muy distintos en caso de impacto. Un objeto de menor tamaño podría causar daños localizados, mientras que uno más grande podría requerir estrategias de desviación orbital.
El descubrimiento del “asteroide 2024 YR4” fue realizado por el sistema ATLAS (Asteroid Terrestrial-impact Last Alert System), financiado por la NASA (Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio), en Río Hurtado de Chile. Este sistema utiliza cuatro telescopios robóticos para realizar un seguimiento continuo del cielo nocturno, buscando objetos que podrían representar una amenaza potencial para nuestro planeta. Su capacidad para detectar objetos pequeños que se acercan mucho a la Tierra, incluso más cerca que la distancia a la Luna, además de cubrir todo el cielo nocturno lo hace crucial en la detección temprana de NEOs potencialmente peligrosos.
Esta noticia está asociada a expresiones mediáticas tales como “Alarma planetaria”, “enorme poder de destrucción”, “peligroso evento”, “corredor de la muerte” es por eso que se consultó a una de las astrónomas que posee la Universidad Nacional de San Juan, Dra. Romina García, investigadora del Grupo de Ciencias Planetarias del Departamento de Geofísica y Astronomía de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales para que brinde un panorama científico de los distintos aspectos de esta alerta.
“La detección temprana es vital porque permite obtener el tiempo suficiente para evaluar riesgos y planificar respuestas adecuadas ante posibles impactos. Además, estos sistemas contribuyen significativamente al conocimiento general sobre NEOs y su distribución en el espacio, lo cual es esencial tanto desde un punto científico como estratégico” explicó la científica.
En referencia al tamaño del asteroide García refirió que “aún no se tiene una precisión de las verdaderas dimensiones del cuerpo celeste y que las estimaciones del tamaño del asteroide 2024 YR4, que varían entre 40 y 90 metros de diámetro, reflejan las dificultades inherentes a medir con precisión el tamaño de objetos pequeños y lejanos”, aclaró.
La científica mencionó que tal imprecisión puede deberse a diferentes causas o bien porque los asteroides, por lo general objetos pequeños (al menos en la inmensidad del Sistema Solar) aparecen como puntos luminosos en las imágenes de telescopios debido a su distancia, o porque el límite de resolución de los telescopios actuales, impide obtener detalles sobre su forma o tamaño directamente. Por otro lado estos cuerpos celestes por lo general tienen superficies oscuras que reflejan poca luz solar, lo cual complica la estimación basada en la luz. Mientras que otras técnicas de observación como el radar están limitadas a asteroides relativamente cercanos debido a la rápida pérdida de intensidad de las ondas, “la interferometría puede ser más precisa pero requiere condiciones específicas para ser efectiva”, expresó la astrónoma.
Para las Ciencias Planetarias reducir el margen de incertidumbre en el tamaño del asteroide es importante ya que un diámetro más preciso permite evaluar mejor los riesgos potenciales asociados con un impacto, asteroides más grandes pueden causar daños significativamente mayores, conocer exactamente cuánto material podría estar involucrado facilita planificar estrategias efectivas para mitigar o desviar un asteroide si fuera necesario. Por otro lado, la información precisa sobre tamaños ayuda a entender mejor la formación y evolución del Sistema Solar, al proporcionar datos valiosos sobre estos cuerpos celestes menores.
El tamaño no es lo único que se desconoce del asteroide, tampoco hay precisiones acerca de la composición, trayectoria y lugar de impacto. Para lo que el Telescopio Espacial James Webb realizará observaciones de emergencia del asteroide 2024 YR4 en marzo y mayo de 2025. Estas observaciones son cruciales para obtener información precisa sobre las características físicas del asteroide.
“Con esta información más precisa -explicó la astrónoma-, los científicos esperan poder refinar los cálculos sobre su órbita futura. Esto incluye ajustar las probabilidades actuales de impacto contra la Tierra en diciembre de 2032 ya que se podrán reducir las incertidumbres asociadas con las predicciones orbitales actuales”.
En las últimas horas la probabilidad de impacto del asteroide 2024 YR4 ha aumentado desde un inicial 1% hasta un rango entre el 2,6% y el 3,1 %, debido a que la recopilación continua de datos sobre la posición y trayectoria del asteroide ha permitido ajustar los cálculos orbitales y refinar los modelos orbitales.
El corredor de riesgo, recientemente denominado por David Rankin (ingeniero del Proyecto Catalina Sky Survey de la NASA) como el “corredor de la muerte”, se trata de una franja que atraviesa múltiples regiones del planeta a la mitad y sería el lugar donde caerá el meteorito.
En referencia a este aspecto la investigadora sanjuanina dijo que “el corredor de riesgo del asteroide 2024 YR4, que abarca varias regiones del planeta, se determina principalmente por la incertidumbre en su órbita actual y las fuerzas gravitacionales que actúan sobre él, por lo que la precisión con la que se conoce la órbita actual del asteroide es crucial. Pequeños errores en las mediciones pueden amplificarse a lo largo del tiempo debido a las complejidades de los movimientos celestes. Además, las interacciones gravitacionales con otros cuerpos celestes, como planetas o incluso otros asteroides cercanos, pueden influir significativamente en su trayectoria futura, ya sea alejándolo o acercándolo”.
Por otro lado la NASA ha clasificado al 2024 YR4 en el nivel 3 de la Escala de Turín, Lo que implica que este objeto merece atención por parte de los astrónomos debido a su probabilidad de impacto, aunque aún no sea una amenaza inminente. Según la explicación de la Dra. Romina, esto significa que hay una necesidad creciente de monitoreo constante pero no justifica medidas extremas todavía; sin embargo, prepara a las autoridades para tomar decisiones informadas rápidamente si nuevas observaciones aumentan significativamente la probabilidad estimada. La clasificación puede cambiar con nuevas observaciones más precisas y pasar al nivel cero si se descarta definitivamente cualquier riesgo realista o subir niveles si aumenta sustancialmente la probabilidad calculada.
“En este nivel -remarcó la investigadora- se intensifica la observación continua utilizando todos los telescopios disponibles para recopilar más datos precisos sobre su órbita y características físicas, para lo que la comunidad científica internacional colabora estrechamente para compartir información e identificar posibles estrategias preventivas o mitigadoras si fuera necesario y las agencias espaciales comienzan a planificar estrategias potenciales para desviar o mitigar cualquier posible impacto futuro, aunque estas acciones son prematuras hasta que se confirme un riesgo real”.
Fuente: Gustavo Ernesto Carrizo de Prensa de la FCEFN